Victoria tenía 18 años cuando heredó la corona a la muerte de su tío, Guillermo IV, y había sido educada de la forma más estricta. Jamás había permanecido un momento sin la compañía de su institutriz, la influyente frau Lehzen, o de su madre. Su primera orden como Reina fue precisamente pedirle a su madre que la dejase sola en su habitación durante una hora; era la primera vez en su vida que pudo disfrutar de la soledad.
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