Sabida es la afición que los romanos exquisitos de la época imperial tenían a sorprender a sus invitados con los productos más exóticos del mundo vegetal o animal. Con frecuencia los escritores se dedicaban a fustigar esa moda. Así, Horacio en una de sus Sátiras (II, 2) se mete con los viciosos que en lugar de gallina sólo disfrutan comiendo “pavo real”, esa “ave rara (rara avis) que se vende a precio de oro, con su espectacular cola de mil colores, como si eso tuviera algo que ver con el sabor (¿Es que te comes también esas plumas que tanto elogias? ¿Dónde queda su hermosura una vez cocido?)”.
La expresión rara avis era ya una expresión proverbial que, como metáfora, se aplicaba a personas o cosas excepcionales, que se salían de lo común, escasísimas, y que, por tanto, merecían una alta valoración. Aparece con frecuencia en los literatos satíricos.
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