De los emperadores de la familia Julia-Claudia, sólo dos han gozado de relativa buena fama historiográfica: el fundador de la dinastía, Julio César, que aunque no fuera de facto emperador fue sin duda el hombre que sentó las bases del Imperio de Roma, y el primer emperador efectivo –hijo adoptivo de César–, es decir, César Augusto, que murió el año 14 de nuestra era.
Los demás emperadores de la saga –Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón– tuvieron casi todos una historiografía negativa, basada en los Anales de Tácito y en las Vidas de los doce Césares de Suetonio. Sin embargo –y salvo para Calígula, que sigue pareciendo un loco–, no son pocos los estudiosos modernos que sin negar los excesos y desafueros de muchos de estos emperadores, tratan de salvar –o mirar con otra lente– los reinados, sobre todo los de Tiberio y Claudio, y hasta parte del de Nerón.
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