La Guerra Fría se libró también en el campo del deporte. Estadios, pabellones y toda clase de marcos conformaron un escenario incruento pero inequívoco de enfrentamiento entre bloques. Entre mundos. Especialmente desde el comienzo de los años cincuenta hasta 1991, los dos hemisferios ideológicos predominantes emplearon el deporte –las medallas, los títulos– como instrumento propagandístico y demostración de la superioridad global, incluso ética, de un sistema, de un modelo universal, sobre otro. A lo largo de esa dilatada, intensa, peligrosa, también confusa y siempre apasionante época, se registraron muchos momentos en los que la confrontación deportiva fue algo más que un duelo de atletas, para convertirse en una pugna política.
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