Estábamos asomados al canal y, por primera vez, vimos a los marcianos reflejados en el agua: éramos nosotros”. Así termina “Aunque siga brillando la luna”, uno de los relatos más emblemáticos de Crónicas marcianas. Un ejemplo del lirismo que caracterizó la obra de Bradbury –decía que escribía “prosa poética”– y de la originalidad de sus tramas, situadas en el futuro y en un espacio lejos de la Tierra, pero en las que retrata las ansiedades, emociones, miserias y virtudes del género humano. Cualidades que hicieron que sus obras situaran la ciencia ficción y lo fantástico en el pedestal de la gran literatura, hasta entonces, y salvo excepciones, géneros menores dedicados al gran consumo.
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