París bien vale una misa” es una frase archifamosa y repetida hasta la saciedad, que comparte con otras no menos afortunadas la extraña característica de no haber sido pronunciada nunca. O, por lo menos, no hay testimonio fehaciente de ello. «Paris vaut bien une messe», se le atribuye al rey Enrique IV de Francia, el primero de los Borbones. La habría pronunciado para justificar su abjuración de la confesión calvinista y su conversión a la católica, condición sine qua non para poder sentarse en el trono de la “Hija Primogénita de la Iglesia”.
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