Para entender esta parte de la historia de los Estados Unidos de Norteamérica debemos destacar la aportación de los autores de finales del siglo XIX, que vendían una especie de cómics cuyo nombre nos adelantaba su precio –Dime stories– y que Hollywood supo apropiarse en su momento. La citada industria cinematográfica fue la que fraguó otra historia, la necesaria para conformar y crear una idea de nación. Desde los primeros cortometrajes y largometrajes, como Asalto y robo de un tren o El nacimiento de una nación –que por cierto es la única película que habla bien del Ku Klux Klan–, ya se perfiló una metahistoria del Viejo Oeste que aún hoy pervive.
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