El hombre político que más me ha fascinado es, sin lugar a dudas, Nelson Mandela (1918-2013). Tenemos la suerte de experimentar la virtud en política cuando el hombre que la pone en práctica ha vivido la peor experiencia del mal en ese campo. Un ser humano encarcelado durante más de veinte años sólo por haber luchado para ser considerado como un igual a los hombres, para que su pueblo, que padecía el apartheid, un régimen de factura más o menos nazi, también pudiera disfrutar de los derechos civiles y políticos mínimos, y finalmente para que la ley de la mayoría se aplicara a todos los ciudadanos de África del Sur. Nada más. Nada menos.
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