Esta breve frase evoca mejor que ninguna otra la gran aventura decimonónica de la exploración del continente africano. Es la traducción de las primeras palabras que le salieron al periodista Henry Stanley (“Dr. Livingstone, I presume”) cuando, después de un año de azarosa búsqueda, consiguió encontrar al doctor Livingstone, científico y misionero inglés, cuya pista se había perdido dos años antes en la región de los Grandes Lagos del centro de África.
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