Una caritativa mujer arrojó leña seca para que la hoguera prendiese. Era la madrugada del domingo 27 de octubre de 1553, hace 468 años. El rocío de la noche en Ginebra había mojado los haces que rodeaban la estaca donde había un hombre atado (Miguel Servet), estupefacto ante lo que estaba sucediendo. Coronado de pámpanos rebozados de azufre y con su libro Christianismi Restitutio entre las piernas, iba a ser “purificado por las llamas”.
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