e
n la década de 1950 sucedieron en Egipto muchas cosas importantes. Políticamente, la revolución de los coroneles acabó con la monarquía y encumbró a Nasser, mientras que, arqueológicamente, se descubrían la desconocida pirámide de Sekhemkhet y los intactos barcos funerarios de Khufu, al sur de su pirámide (ver La Aventura de la Historia número, núm. 217). Como la política siempre gana a la arqueología, Nasser decidió dotar al país de una fuente de energía que le permitiera industrializarlo rápidamente.
Ello implicaba construir una presa gigantesca, Asuán, con la que conseguiría domeñar la crecida del Nilo y crear un lago artificial de 500 kilómetros de largo, que inundaría toda la Alta Nubia.
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