Dos mil años después, Roma nos sigue seduciendo como el primer día. La historia de los emperadores, su modo de vida, las costumbres y el pensamiento, el mundo romano en todas sus facetas es un espejo en que nos vemos como somos. Nos produce admiración comprobar cómo pensamos, sentimos y gozamos de la misma forma que los romanos de hace dos milenios. Sus problemas sociales, el abuso de poder, la corrupción, la política, los valores éticos en que nos sustentamos siguen siendo los mismos.
Y en ese reconocimiento inevitable y placentero, aparece como símbolo por antonomasia la monumental figura de Lucio Anneo Séneca, nuestro cordobés más universal. Su influjo como filósofo, moralista, político, escritor y sabio es transversal a la historia de la literatura, el pensamiento, la ética y la política en Occidente.
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