El viernes 23 de enero de 1350, daba a luz en Valencia a Vicente, su segundo hijo varón, Constança Miquel, esposa de Guillem Ferrer, notario de la ciudad. Era el tercer invierno azotado por la peste negra y el decimocuarto en el reinado de Pedro el Ceremonioso, biznieto del Conquistador que, ciento doce años antes, había creado un reino, al tomar a los almohades la ciudad más atractiva de la Xarquía o Levante de al-Ándalus.
Azotado el reino por guerras en el interior y en el exterior, y aún en plena catástrofe demográfica causada por la hambruna de dos lustros de sequía y una peste –que alcanzaba puntas de 300 muertos en un solo día–, la ciudad, sin embargo, consolidaba su desarrollo con la hegemonía cristiana sobre las minorías judía y mudéjar. Una nueva clase ascendía entre la nobleza y el pueblo llano, casi al ritmo que lo hacían las murallas de la ciudad: la floreciente burguesía, de la que era fiel reflejo el notario Guillem Ferrer.
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