El 28 de enero de 1599 Juan Velázquez de Velasco, responsable de los servicios secretos de la Monarquía Hispánica, escribía al rey Felipe III: «Ansí mismo, conviene al servicio de Vuestra Majestad, para ser bien servido en este ministerio [el espionaje], mande que todas las inteligencias y espías que [h]asta agora ha habido y [ay] y adelante hubiere acudan a mí para que las oia [oiga] y examine sus avisos, y procure entender sus intenciones, y apure [averigüe] las verdades o mentiras, y saque la sustancia de todo para dar cuenta a Vuestra Majestad de [e]llo y a sus Consejos de Guerra y Estado, porque en [h]abiendo división en esta materia de inteligencias no sirven sino de confusión y de ocasión de engaños (…)».
Antiguo Capitán de Infantería en Nápoles y combatiente en Lepanto (1571) y Portugal (1580), en 1598, durante los últimos meses de vida de Felipe II o los primeros de reinado de Felipe III, Velázquez había asumido la jefatura de los servicios secretos de la corona. En la carta solicitaba al monarca recibir el nombramiento oficial del cargo que desempeñaba. Pero, sobre todo, que toda la información obtenida por los espías (tanto la que comunicaban los agentes llegados a la corte como la que remitían por escrito) fuera centralizada y canalizada bajo su control para el buen funcionamiento del servicio. «Esto es lo que se me ofrece sustancial para servir a Vuestra Majestad en el negocio de más importancia que hay en su real servicio», defendía Velázquez, «pues todas las acciones de sus Consejos de Vuestra Majestad penden de saber lo que hacen nuestros enemigos».
La misiva testimonia la trascendencia que había alcanzado el espionaje en la Monarquía Hispánica -al igual que en el resto de estados modernos europeos- durante los siglos XVI y XVII y se exhibe hasta el 15 de julio en el Archivo General de Simancas (Valladolid) en la exposición Espías: servicios secretos y escritura cifrada en la Monarquía Hispánica. Una muestra que revive aquel sorprendente y misterioso mundo de los servicios de inteligencia durante aquellas centurias y analiza su concepción como un instrumento esencial, estrechamente vinculado al surgimiento de las monarquías autoritarias o la diplomacia permanente y avalado por teorías políticas como el maquiavelismo o el concepto de «razón de Estado», de Giovanni Botero
Junto a la carta de Velázquez de Velasco (un antecedente remoto del CNI), la muestra incluye más de setenta unidades documentales conservadas en el archivo, la mayor parte procedente del fondo generado por el Consejo de Estado, responsable de la política exterior del reino.
Dividida en tres ámbitos, el primero, La organización del espionaje, aborda cuestiones relativas a la infraestructura institucional, normativa y financiación de los servicios de inteligencia. El segundo, Los espías, ilustra los métodos de espionaje y transmisión de la información por los agentes secretos y detalla ejemplos de contraespionaje y doble espionaje. El tercero y último, La escritura cifrada, analiza el uso de cifras, cifrado y descifrado de los documentos diplomáticos y servicios secretos de la época.
Más información sobre espionaje a lo largo de la Historia en: Espías. El ejército secreto de la Guerra Fría (dossier especial).