Como si de una surrealista alucinación de Dalí se tratara, la imagen de un elefante cabalgado por un jinete, que desciende, caminando sobre cuerdas, desde la parte alta del graderío de un teatro por encima del público, permite evocar el tono grotesco de la deriva voluble del emperador Nerón. Pretendía distraer la atención del pueblo de Roma después de haber logrado, tras más de un intento fallido, deshacerse de su madre Agripina. El liberto imperial Aniceto ha maquinado ese matricidio.
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