El folclore y especialmente el arte pictórico a partir del Renacimiento italiano han desvirtuado la imagen de lo que, para los romanos, eran las sibilas. A menudo se las confunde con las profetisas, como la Pitia que emite oráculos en el Santuario de Apolo en Delfos, una especie de adivinas recluidas en umbrías grutas situadas en lugares inaccesibles, a donde acuden personajes asustados a realizar preguntas transcendentes que tienen como respuesta unas cuantas palabras enigmáticas. La realidad desmiente al arquetipo literario. En la lengua castellana, el adjetivo “sibilino”, en su segunda acepción significa “aquello que es misterioso porque parece que encierra un secreto importante o que puede tener varios significados ocultos”. Ese halo de misterio existió siempre a lo largo de los tiempos, de ahí que se relacionase en tiempos modernos con la teosofía vulgar.
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