La noche del 25 al 26 de septiembre de 1962, una cortina de agua cayó sobre la provincia de Barcelona, especialmente sobre la comarca del Vallés: más de 300 litros por metro cuadrado en unas horas. Las cuencas bajas de los ríos Besos y Llobregat, en torno a los municipios de Terrassa, Sabadell, Rubí, Cerdanyola, Ripollet, Montcada, Cornellá y Sant Boi, entre otros, se vieron repentinamente inundadas en una extensión de unos mil kilómetros cuadrados. Como no se recordaban tales diluvios, se había perdido el temor a las inundaciones, y los emigrantes llegados masivamente en esos años (sobre todo andaluces y murcianos) habían construido ilegalmente sus chabolas o sencillas viviendas en aquellos cauces, sin que las autoridades lo impidiesen. Aquella noche fueron arrastrados por el agua cientos de cadáveres, animales, enormes bobinas de papel, telas, máquinas y cascotes de miles de viviendas. Las carreteras, los puentes, el ferrocarril y casi todos los caminos quedaron arrasados y cortados.
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