Manuel Azcárate, destacado dirigente del PCE y responsable durante años de su política exterior, se refiere en su autobiografía, titulada Derrotas y esperanzas, a los diversos grupos de la Resistencia integrados por españoles que se formaron al quedar dividida Francia en dos tras la invasión nazi de 1940: una “zona ocupada”, con París y Burdeos como principales ciudades, y la “Francia Libre” del Gobierno colaboracionista de Vichy.
Durante la II Guerra Mundial, Azcárate era la mano derecha de Jesús Monzón, un comunista navarro con importantes cargos en el Gobierno de Negrín que asumió la tarea de reorganizar el partido cuando la dirección del PCE “huyó” a México y Moscú para no caer en manos alemanas. Esta marcha de la dirección supuso abandonar a su suerte a miles de militantes, atrapados por la ratonera en que se convirtió Francia bajo la ocupación hitleriana.
Monzón había establecido su “cuartel general” en Aix-en-Provence, cerca de Marsella. Desde allí tenía que conectar con las distintas organizaciones clandestinas que se iban creando, también en la “zona ocupada”, peligrosa misión que encargó a Manuel Azcárate. Para ello, tenía que cruzar la “línea divisoria” entre las dos Francias y reunirse con los máximos responsables de la organización parisina: los hermanos Josep y Conrad Miret y las hermanas Josefa (Pepita) y Elisa Úriz, también navarras pero que habían hecho en Cataluña su carrera política y sobre todo profesional, como pioneras de la renovación pedagógica.
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