Aprovechando las sombras, a la caída de la noche del 16 de septiembre de 1868, el general Juan Prim, acompañado por el republicano José Paúl y Angulo, abandonaba Gibraltar en el remolcador Adelia. Había llegado al Peñón desde Londres a bordo del Buenaventura, disfrazado de sirviente de Mr. y Mrs. Bark, un acomodado matrimonio inglés que le había dado cobijo durante el tiempo de su exilio en la capital británica. Ahora se dirigía a Cádiz, en cuyo puerto le aguardaba el almirante Juan Bautista Topete, destacado miembro de la Unión Liberal.
Estaban dispuestos para sublevar la flota surta en aquel puerto e iniciar una revolución, cuyo objetivo era acabar con la monarquía isabelina, destronar a Isabel II e impulsar la organización del Estado liberal sobre la base de una constitución que recogiera, entre otras cosas, la garantía de los derechos fundamentales de los ciudadanos, la separación de poderes o la responsabilidad del ejecutivo ante la soberanía popular representada en unas Cortes elegidas por sufragio universal.
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