Un grupo de enfermeras rusas los oyó aproximarse. Atónitas oyeron los tristes gemidos de unas columnas de soldados que penosamente se arrastraban en su dirección por el horizonte a través de montones de nieve. Mugiendo como ganado, los alemanes constituían una procesión de harapos y deshilachadas orejeras, pies envueltos en mantas y caras ennegrecidas por la barba y por la escarcha. Casi todos lloraban y las enfermeras sintieron una instintiva oleada de simpatía hacia ellos. Entonces, los guardianes levantaron los fusiles y dispararon sobre las columnas. Mientras las víctimas caían y morían, el resto de los alemanes avanzaba a un kilómetro por hora…”. Así describió el momento el historiador William Craig.
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