La peste medieval cambió los hábitos y los colores de la sociedad. Un religioso portugués, Francisco de Santa María, testigo de una epidemia, escribió: “La peste es, sin duda alguna, entre todas las calamidades de esta vida, la más cruel y verdaderamente la más atroz. Con gran razón se la llama El Mal por antonomasia”. En la Edad Media aún subsistía el pensamiento dual del cristianismo primitivo: el Bien y el Mal, Dios y Lucifer, la virtud y el vicio, el pecado y el perdón. Este imaginario moral se manifestó, entre otras cosas, en un maniqueísmo cromático: lo bueno era blanco, lo malo negro.
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