Cuando en 1783 los Estados Unidos de América fueron reconocidos internacionalmente, formaban un territorio reducido, escasamente poblado y con una economía poco evolucionada. Sin embargo, desde un primer momento la voluntad de los gobiernos estadounidenses fue revertir esta situación en base a una activa política de ganancias territoriales que llevaría a la nación a alcanzar a mediados del siglo XIX prácticamente sus fronteras actuales.
En el desarrollo de las dinámicas de expansión territorial hacia el oeste y el sur, los Estados Unidos tendrían que agenciarse de territorios sometidos a múltiples soberanías, entre las que se contaba la española, bajo la cual se hallaba la Florida, un territorio de capital importancia por su capacidad de conexión con los puertos atlánticos.
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