La mayoría de los lectores recordará las hazañas de Jesse Owens ante Adolf Hitler y los principales lideres nazis, que quedaron inmortalizadas en películas como El héroe de Berlín. Sin embargo, no todos fueron el mítico atleta afroamericano de Alabama ni siguieron su camino, si no que fieles al primario boicot de la Asociación Americana de Atletismo decidieron plantarse y apostar por otro evento deportivo. Así lo hicieron los velocistas de Harlem, entre otros, junto a diversos judíos de Manhattan y un boxeador birracial, como indica el autor James Stout, quienes decidieron apostar por la Olimpiada Popular de Barcelona 1936. Una olimpiada del pueblo y para el pueblo que, al final, tras el golpe de Estado de 1936, no fue para nadie.
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