Cuando la madre de Pero iba al Foro Holitorio a comprar las coles para la sopa cotidiana, buscaba las frutas y verduras más baratas entre los tenderetes que rodeaban el templo de Esperanza y, a veces, se detenía unos instantes para ofrecer a la diosa una torta de espelta. Llevaba a la niña en brazos, bien apretada a su pecho. Ni en sus más remotos sueños hubiera imaginado entonces que, en el futuro, ese mismo lugar sería el escenario de un suceso que daría a su hija fama imperecedera.
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