Conoció la España del siglo XX dos breves coyunturas en las que se abrió un amplio campo a la esperanza de la inmensa mayoría de la población en la puesta en marcha de una profunda reforma democratizadora del Estado y de un intenso proceso de modernización social y económico. Se trata de la II República, proclamada en abril de 1931, y de la llamada Transición que cubrió, desde los inicios de 1976, el paso de la dictadura franquista a la actual democracia constitucional.
Lo primero que salta a la vista es el diferente destino de ambas experiencias renovadoras. La republicana se vio frustrada por una sangrienta guerra civil, que permitió el establecimiento de una longeva dictadura, cuya más publicitada justificación era la reacción antirrepublicana de la “verdadera España”. La Transición dio paso, con el consenso generalizado de las fuerzas políticas y sociales, a una democracia avanzada, que camina hacia cuatro décadas de pacífico funcionamiento.
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