Cansado y enfermo, en la noche del 8 al 9 de agosto de 117, hace ahora diecinueve siglos, moría el emperador Marco Ulpio Trajano a la edad de sesenta y cuatro años. En su regreso a Roma desde los campos de batalla de Oriente, su final le llegó en Selinos, una ciudad portuaria de Cilicia, en la costa sur de la actual Turquía. Tan solo le quedaban seis meses para celebrar sus vicennalia, esto es, los veinte años en el trono imperial.
Marco Ulpio Trajano, nacido en Itálica, cerca de la actual Sevilla, en 53 d.C., se convirtió en el primer emperador que no era ni nativo de Roma ni siquiera de la península itálica y que, además, lo era por adopción por parte del emperador Nerva, quien moría sin descendencia directa y con quien Trajano no tenía ninguna relación familiar. Su principal mérito era su capacidad como jefe militar y la estima que se había ganado, entre sus colegas y en el Senado.
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