Con la llamada paz de Westfalia –denominada así por haberse negociado en dos ciudades de esta región alemana: Münster y Osnabrück–, en 1648, finalizó la guerra de los Treinta Años.
Es habitual caracterizarla como la primera de la Europa Moderna en que el elemento confesional y la prelacía internacional desaparecieron al regirse por los principios de soberanía territorial e igualdad interestatal, inaugurando una nueva forma de articular las relaciones diplomáticas. Además, merced a diversas cláusulas, fue la primera, se dice, en intentar garantizar el equilibrio internacional y el mantenimiento de la paz. Todo ello confluye para que se la considere como un modelo a seguir, alcanzando la categoría de referente para futuras generaciones.
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