Nace, escribe, muere. Esos son los tres parámetros en torno a los que suele conmemorarse la experiencia de un autor en los artículos periodísticos que lo recuerdan con motivo de los aniversarios de su fallecimiento. Para Jack Kerouac se quedan cortos. Su obra, pese a los recelos que aún sigue inspirando al mundo académico, irradia desde los ámbitos comunes de la novela hasta la sedición juvenil de la segunda mitad del siglo XX como la de ningún otro escritor.
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