A las 17 horas del 31 de agosto, se nos comunicó la orden ‘y= 1.9.4, 45’. Estaba tomada la resolución de ir a la guerra, en la que nosotros no habíamos querido creer hasta entonces”, relata el general Erich von Manstein, quizá el militar alemán más brillante de la contienda.
Cuando llegó la orden, Von Manstein, a la sazón jefe del Estado Mayor del Grupo de Ejércitos Sur, establecido en el convento de Santa Cruz de Neisse, en Silesia, cerca de la frontera polaca, se hallaba con su jefe, el coronel general Gerd von Rundstedt. Como sabían que Berlín y Varsovia aún negociaban, supusieron que se trataba más de otra prevención que del inicio de la ofensiva –una orden similar del día 25 fue anulada horas después–, por lo que pusieron en marcha el plan de ataque a Polonia, pero dedicaron las horas siguientes a estudiar las muchas medidas necesarias para frenarlo si se repetía la contraorden.
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