Rudolf Walter Richard Hess nació en un hermoso palacete al este de Alejandría el 26 de abril de 1894, en el seno de una acaudalada familia de comerciantes alemanes. Para que recibiera una pulida educación, su padre contrató a un preceptor que dirigió sus estudios hasta los 14 años. Después, siguió su formación en un internado próximo a Bonn y, aunque hubiera querido ser ingeniero, su padre le envió a la Escuela Superior de Comercio en Neuchâtel. Para sus compañeros era el Egipcio, un bicho raro demasiado serio para su edad, introvertido, dotado para las matemáticas y la física y obsesionado por el esoterismo.
A los 18 años comenzó sus prácticas comerciales en una firma de Hamburgo, en la que le sorprendió el atentado de Sarajevo y el estallido de la Gran Guerra. En agosto de 1914 sentó plaza como voluntario en un regimiento bávaro –por cierto, el mismo en el que combatió Adolf Hitler–. Herido y recuperado, fue destinado al frente de Verdún, donde recibió un balazo en los combates del fuerte de Douaumont. Condecorado y ascendido a sargento, fue destinado al frente de los Cárpatos, donde, por tercera vez, le mordió la metralla.
Tras una nueva convalecencia y ya teniente, logró una de las metas de su vida militar: el traslado a las fuerzas aéreas, donde aprendió a pilotar y aún logró combatir en los postreros enfrentamientos aéreos de la guerra.
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