Pierre Fredy, barón de Coubertin, manifiesta en las miles de páginas que dejó de testamento ideológico, que los campeones, los héroes olímpicos, deben ser personas que basen sus logros sobre cuatro pilares. El primero consiste en el espíritu “agón”, como base de la “Areté”, es decir, la lucha por la propia dignidad. La naturaleza del segundo es la superación, concepto que debe transcender de lo individual a lo colectivo, a la sociedad, influyendo en el ritmo de la evolución de esa sociedad. El tercero es el efecto positivo que el campeón puede y debe ejercer sobre la sociedad, un efecto llamada hacia la superación como seres humanos de quienes puedan ser influidos por el triunfo. El cuarto consiste en la internacionalización, como símbolo del reconocimiento universal del valor del “otro”, del extranjero, del rival. Base coubertiniana para la comprensión entre los pueblos.
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