Aunque evidentemente no existían servicios de inteligencia propiamente dichos, al menos con los usos y organización de los Estados contemporáneos, los espías y el espionaje fueron una constante dentro de la actividad política de los reinos durante la Edad Media, la cual estaba íntimamente relacionada con la persona del monarca, quien en última instancia tomaba las decisiones necesarias a partir de la información que le proporcionaban sus consejeros.
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