Alguien lo ha llamado “catedral laica de la esperanza”. Su obra principal, El principio Esperanza, corteja a la esperanza desde frentes tan atractivos como la ética, la estética, la música, las religiones… Fue una especie de detective, siempre al acecho del lado luminoso de las cosas: la sonrisa de los niños, la solemne entrada de un buque en un puerto, la experiencia del amor y el juego…
Sus tres volúmenes sobre la esperanza, redactados para subsistir mientras fregaba platos en los hoteles de los EE UU, son un monumento a la utopía. Como tantos otros intelectuales europeos, había llegado a aquellas tierras huyendo de Hitler.
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