Durante siglos, el Sáhara fue un territorio poco accesible para los occidentales. No era una tierra vacía, como algunos suponían. En el desierto vivían pueblos como los tuareg y los tubu. Y, además, este territorio era atravesado de forma periódica por caravanas. Árabes, bereberes, egipcios y otomanos se desplazaban hacia el África negra, de la misma manera que los habitantes de Bornú, Kano, Gao o Tombuctú –y grandes cantidades de esclavos negros– llegaban hasta el África mediterránea. En la segunda mitad del siglo XVIII, y sobre todo en el siglo XIX, los europeos se lanzaron a la exploración de este espacio. Pero les era difícil cruzarlo porque se encontraban con grupos hostiles. La mítica ciudad de Tombuctú aparecía en el horizonte de sus sueños.
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