Los años sesenta comportaron un elevado crecimiento económico en España. La masiva migración a las ciudades y al extranjero, el crecimiento de la población, de los estudiantes universitarios, la apertura al exterior, la llegada de millones de turistas y los nuevos hábitos de ocio, consumo y cultura habían cambiado por completo la sociedad española.
El Régimen creyó que todo ello era compatible con su estabilidad política, sin comprender que estos cambios iban a minar, a medio plazo, las esencias políticas e ideológicas del franquismo. El mismo sistema se había “suavizado”, tratando de maquillar su naturaleza represiva con la creación del TOP, en 1963, para juzgar los delitos políticos en detrimento de la justicia militar, y la promulgación de las leyes de prensa, impulsadas por Manuel Fraga, y de la Ley Orgánica del Estado, ambas en 1966.
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