Flujos migratorios y mezclas culturales –no exentas de conflictos– han existido siempre. Es de sobra conocido que la monarquía de los Austrias abarcaba diversos territorios europeos como Flandes, Milán o Nápoles. Esta vinculación hizo frecuente la presencia de militares, financieros o comerciantes procedentes de aquellas tierras en diversas ciudades de la península ibérica. Pero también de gentes procedentes de otros países con los que se mantenían relaciones más o menos conflictivas, dependiendo de la coyuntura internacional por la que se atravesara.
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