El día de año nuevo de 1934, Hitler puso en vigor la Ley de Purificación de la Raza, según la cual aquellas personas que padecieran enfermedades hereditarias, los criminales y los convictos de delitos sexuales, serían castrados. Con la amenaza de esterilización –que afectaría a 400.000 personas en la siguiente década– felicitaban los nazis al pueblo alemán, apenas once meses después de haber alcanzado el poder. En tan escaso tiempo, el Canciller y futuro Führer había enterrado la República de Weimar y se había apoderado del país, sometiéndolo a una feroz dictadura.
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