Como dijo un dirigente de la Resistencia francesa, “los italianos pueden estar orgullosos porque fueron los únicos europeos que se cargaron a su dictador fascista”. Después, los cadáveres de Mussolini y su amante fueron objeto de escarnio público.
Recibieron insultos, patadas, escupitajos y algún disparo, y luego fueron colgados por los pies, junto a algunos jerarcas fascistas, en una gasolinera de la plaza Loreto, en Milán, donde, meses antes, quince partisanos habían sido masacrados y escarnecidos por los fascistas. Cabeza abajo, como se colgaba en la Edad Media a los “infames”, o como el ejército de Mussolini había colgado a etíopes, en 1937, y a yugoslavos, en 1942.
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