En 1921, hace ahora cien años, se celebró en Madrid una exposición que supuso el inicio de la difusión a gran escala del arte más antiguo creado por el ser humano. La muestra reunía dos décadas de trabajo de documentación y estudio realizado por investigadores españoles, franceses –financiados por el príncipe de Mónaco– y alemanes, y trataba de dar visibilidad a sus estudios, llevados a cabo a menudo con escasos medios, en cuevas y parajes de difícil acceso.
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