Ernesto Guevara es, ante todo, el ejemplo perfecto del héroe que lo da todo por una causa, del héroe que entrega su vida por los demás. Desinteresado y generoso hasta el último extremo, el hombre que nunca llevaba dinero en el bolsillo, el que no dormía más de seis horas, el que siempre estuvo en la primera línea de fuego, el “más sobrio de los practicantes del socialismo” (según Regis Debray), hizo además todas estas cosas llevado del ideal de construir un mundo mejor para todos, sin esperar ninguna recompensa, ni terrena ni ultraterrena, y sin el sostén de ninguna creencia religiosa, lo que otorga a su obra una suprema grandeza.
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