Hace mĆ”s de mil aƱos, las costas gallegas recibieron la llegada de un enemigo que no esperaban: los vikingos. Desde finales del siglo VIII, los feroces guerreros escandinavos se habĆ­an lanzado a un formidable movimiento expansivo, protagonizado por una sucesiĆ³n de expediciones marĆ­timas por el AtlĆ”ntico norte. Algunas llevaron a la colonizaciĆ³n pacĆ­fica de territorios desiertos o poco poblados, como las islas Feroe, Islandia, las islas Shetland, las Orcadas, parte de Escocia y, algo mĆ”s tarde, Groenlandia y Terranova.

En otros casos, se tratĆ³ de expediciones de piraterĆ­a o comerciales, sin que haya una frontera entre una actividad y otra. Una de esas incursiones desembarcĆ³ en Catoira, una localidad de Pontevedra en plena rĆ­a de Arousa que suponĆ­a la entrada por mar hacia Compostela. Como recuerdo de este episodio histĆ³rico, la villa celebra el primer fin de semana de agosto su romerĆ­a vikinga, fiesta de InterĆ©s TurĆ­stico Internacional.

Son miles los visitantes que acuden cada aƱo a Catoira para disfrutar de esta cita popular. La tradiciĆ³n viene de lejos: desde 1960, los vecinos del pueblo, disfrazados de guerreros vikingos, representan el ataque pirata a la villa. El Ateneo do UllĆ”n, un grupo de intelectuales de la comarca, decidiĆ³ entonces conmemorar el desembarco del rey Ulfo. Hasta hoy.

La fiesta alberga una sucesiĆ³n de actividades desde buena maƱana. Grupos folclĆ³ricos amenizan las calles desde lasĀ 10:00, y ponen su broche musical en las Torres del Oeste. AquĆ­ tiene lugar el meollo de la jornada. Los restos que permanecen en pie de este conjunto defensivo levantado del siglo IX conservan parte de dos torres y una ermita dedicada al apĆ³stol Santiago. Alrededor de estas ruinas, antaƱo fortificadas, se instala un mercadillo medieval y, a mediodĆ­a, se obsequia a los romeros con mejillones y vino de la zona del rĆ­o Ulla.

Empapados en vino

El plato fuerte de la festividad llega el domingo con el desembarco teatralizado. A bordo de la rĆ©plica de un drakkar (barco vikingo del sigloĀ XI) desembarcan los temidos invasores del norte (mĆ”s de un centenar de vecinos vestidos de Ć©poca) en la costa con el objetivo de tomar las Torres del Oeste. Los habitantes de Catoira intentan resistir y se produce una batalla simulada, donde los participantes acaban empapados de vino. Es el cĆ©nit de la romerĆ­a.

Combate entre defensores y atacantes con el que los locales de Catoira escenifican de modo lĆŗdico su pasado medieval.
Combate entre defensores y atacantes con el que los locales de Catoira escenifican de modo lĆŗdico su pasado medieval.

DespuĆ©s de la contienda llega la calma. Todos los guerreros que han participado disfrutan de una comida campestre, amenizada por las tĆ­picas gaitas locales. Los productos gastronĆ³micos de la zona conforman un menĆŗ de lujo: pulpo, sardinas asadas, empanadas… Previamente, la noche del sĆ”bado anterior tiene lugar la cena vikinga, vĆ­spera del desembarco, momento que los feroces normandos aprovechan para coger fuerzas. La diversiĆ³n continĆŗa hasta altas horas de la madrugada.

Aparte de la romerĆ­a vikinga, la festividad que tiene lugar en Catoira se completa con actividades paralelas en las que toman parte la mayorĆ­a de vecinos del pueblo, como un pregĆ³n literario o la escenificaciĆ³n de una obra de teatro. Es el propio Concello de Catoira el encargado de los festejos, que han permitido el hermanamiento con la localidad danesa de Frederikssund.

La historia de la romerĆ­a vikinga de Catoira estĆ” ligada a la importancia estratĆ©gica del complejo militar del Oeste. Toda Galicia se plagĆ³ de sistemas defensivos para impedir la penetraciĆ³n de los drakkars por las rĆ­as en su camino a Santiago de Compostela. Las Torres del Oeste sirvieron de escudo defensivo del sepulcro del apĆ³stol Santiago desde los inicios del Medievo hasta el reinado de los Reyes CatĆ³licos.

Los vikingos fueron los primeros europeos en llegar a AmĆ©rica, pero su ansia expansiva tambiĆ©n les llevĆ³ a tierras gallegas en busca de los tesoros de Hispania. No escatimaron hombres ni barcos, y solo la tenaz oposiciĆ³n de los reinos cristianos del norte les harĆ­a desistir del empeƱo. El primer saqueo en la PenĆ­nsula sucediĆ³ a finales de julio o principios de agosto deĀ 844, cuando las velas de sus barcos fueron vistas por primera vez frente a GijĆ³n. La ciudad disponĆ­a de uno de los puertos mĆ”s importantes del CantĆ”brico y fĆ©rreas fortificaciones para defenderlo, por lo que los vikingos pasaron de largo en direcciĆ³n a Galicia, hasta alcanzar el Farum Brigantium, hoy conocido como la Torre de HĆ©rcules.

Torres del Oeste en la desembocadura del rĆ­o Ulla
Torres del Oeste en la desembocadura del rĆ­o Ulla

Para entonces, el rey astur Ramiro I ya habĆ­a sido alertado de la presencia de los normandos, por lo que organizĆ³ un gran ejĆ©rcito resuelto a expulsarlos del territorio. SegĆŗn la CrĆ³nica Rotense, el enfrentamiento tuvo lugar en la zona de Chantada (actual provincia de Lugo), donde el ejĆ©rcito cristiano derrotĆ³ al normando en las orillas del rĆ­o MiƱo.

Sin embargo, no fue tan fĆ”cil. Desde su primer avistamiento en GijĆ³n hasta el combate con Ramiro I, pasaron varios dĆ­as en los que los vikingos saquearon algunas aldeas costeras. Monasterios, iglesias y casas quedaron reducidos a cenizas.

Desde ese primer ataque, los normandos no dejaron de arribar a la PenĆ­nsula hasta 1066, cuando se dio por cerrada la era vikinga con la conquista de Inglaterra por Guillermo de NormandĆ­a. Un intervalo de dos siglos en los que los temibles guerreros del norte llegaron con relativa asiduidad a la PenĆ­nsula.

Costado de acero

En nuestras tierras siempre tuvieron que pelear. Lo hicieron en su primera visita, en tiempos de Ramiro I, y tambiĆ©n en la segunda, con OrdoƱo. En julio de 858, sus velas volvieron a ondear frente a las costas de Galicia. La partida estaba liderada por un guerrero apodado Costado de acero, quien decidiĆ³ penetrar por la rĆ­a de Arousa hasta deĀ­sembarcar en Iria Flavia (la actual PadrĆ³n), saqueĆ”ndola y reduciĆ©ndola a cenizas.

Cuando ya se disponĆ­an a atacar Santiago de Compostela, apareciĆ³ el ejĆ©rcito cristiano comandado por don Pedro, que les hizo huir provocĆ”ndoles numerosas bajas. Los vikingos no eran gente que se dejara amilanar y, tras escapar de Galicia, pusieron rumbo a la costa portuguesa, enfrentĆ”ndose a los musulmanes.

La efigie de un guerrero vikingo con escudo y espada recuerda a los visitantes de Catoira que la regiĆ³n fue escenario de razias hasta bien avanzado el siglo XI
La efigie de un guerrero vikingo con escudo y espada recuerda a los visitantes de Catoira que la regiĆ³n fue escenario de razias hasta bien avanzado el siglo XI

Fue el rey de Asturias Alfonso III quien ordenĆ³ en el siglo IX la reconstrucciĆ³n del Castellum Honesti romano en Catoira. El baluarte defensivo creciĆ³ con los trabajos del rey Alfonso V de LeĆ³n, que venciĆ³ a los normandos de Olaf Haraldson.

El viajero que se acerque hasta Catoira para vivir su desembarco puede aprovechar para conocer otros valores patrimoniales que conserva esta pequeƱa villa, entre los queĀ destaca su entorno natural, con un paisaje formado por bosques espesos, marismas y playas fluviales, donde la figura de los molinos de viento resulta habitual, pues se trata del Ćŗnico municipio de Galicia que posee ejemplos de los tres tipos de molinos tradicionales.

De interĆ©s arquitectĆ³nico son la Capela de Santiago, romĆ”nica, o el puente de Catoira, de origen medieval, formado por dos arcos de medio punto. Como edificios religiosos destacan la iglesia de San XosĆ© Obrero o la iglesia parroquial de Catoira.

Y para los amantes de la naturaleza, un atractivo mƔs serƔ conocer el sistema fluvial del Ulla-Deza, un paraƭso verde que sirve de lƭmite a las provincias de A CoruƱa y Pontevedra.

Javier Ramos

*ArtĆ­culo publicado en La Aventura de la Historia, nĆŗmero 238.

 

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