“La escultura estaba ya dentro de la piedra. Yo, únicamente, he debido eliminar el mármol que le sobraba”, decía el precoz Miguel Ángel sobre la creación de La Piedad en una sola talla. El genio labraba con la vista antes de martillar con el cincel. Liberaba a David, a Moisés y a los Esclavos de sus cárceles de mármol. Cautivos como estaban en bloques del monte Altissimo, que eran “de grano compacto, homogéneo, cristalino, que recuerda al azúcar”. Una memoria blanca de nieve, entre el verdor derramado por el valle, que ha dejado cicatrices eternas en las canteras de Carrara.
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