Lo que hacía de Rubens el pintor más famoso y apreciado de su siglo y desde luego el mejor pagado, no era su técnica prodigiosa, sino los ambiciosos temas que plasmaba en sus voluminosos cuadros. Lo que más se valoraba entonces era que un artista compusiera grandes escenas con muchos personajes y con riqueza de elementos simbólicos, auténticas historias visuales que, como esta de Aquiles, relatan mitos clásicos o bíblicos y acontecimientos históricos.
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