Con la maestría de su pluma, Dumas otorgó fama a una reina de Francia nacida en Valladolid. “Bella y orgullosa”, así la describió en su obra Los Tres Mosqueteros, en la que una joven Ana de Austria, víctima del maléfico cardenal Richelieu, puso su honor en manos de D’Artagnan, Athos, Portos y Aramis. Los aguerridos mosqueteros, seguidos del joven héroe, debían rescatar los herretes de diamantes que la Reina había indiscretamente otorgado al duque de Buckingham, su eterno enamorado; Milady, la intrigante inglesa, bajo las órdenes del cardenal, tenía la misma misión pero con distinto objetivo: comprometer gravemente la honorabilidad de la Reina frente a su marido, el Rey.
Para crear aquella ficción Dumas se basó en un encuentro que la Reina y el primer ministro inglés tuvieron en los jardines de Amiens y que ya en la época desató el escándalo. Fue así cómo las aventuras del joven d’Artagnan consagraron el mito romántico de Ana de Austria que otros tratarían de alimentar sacando a la luz testimonios que afirmaban que, incluso Richelieu –su declarado “enemigo”–, habría caído rendido a sus reales pies, eso sí, en contados momentos de debilidad.
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