En 1910, en la bahía de Cabezalarga, en la península de Paracas (Perú), apareció un sorprendente manto precolombino de 149,2 x 62,2 cm, bordado en maravillosos colores y ribeteado por 90 figurillas masculinas hechas con agujas de punto, mostrando a jefes con trajes y ornamentos rituales para una importante ceremonia. Este manto es hoy la joya de las colecciones precolombinas del Museo de Brooklyn, Nueva York. Ya antes, entre 1871 y 1903, habían circulado cerámicas y otros elementos de la misma procedencia saqueados por huaqueros. Pero no fue hasta 1925 cuando dos arqueólogos peruanos, Julio Tello y Toribio Mexía, aclararon el misterio al descubrir en un territorio desértico de la península de Paracas, en la costa sur del Perú, en uno de los hallazgos más relevantes de la arqueología americana, la necrópolis y, con ella, la cultura de Paracas.
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