Tutankamón fue, probablemente, asesinado; Akenatón accedió al trono gracias a la eliminación de su hermano; Ramsés III murió a consecuencia de una conjura tramada en el harén para cambiar la sucesión al trono; Amenemhat I fue, quizás, víctima de su hijo, que aceleró el proceso sucesorio…
El Antiguo Egipto, estable, sereno, trascendente… según la imagen más superficial que desprenden sus formidables construcciones, pensadas para la eternidad, no fue diferente a la de los demás reinos de su época y posteriores: allí también anidaron la ambición, la violencia, la codicia, la envidia y el odio; allí se dieron golpes de Estado, se tramaron conspiraciones para alzarse con el poder y conjuras para eliminar a los enemigos políticos o, incluso, al faraón, Horus en el trono de Kemet, hijo de dios…
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