La tradición literaria sobre Claudio une al acostumbrado rechazo senatorial por los emperadores que han avanzado en el camino de convertir la ficción del principado en realidad monárquica, la incomprensión o, más aún, repugnancia de la cultura grecorromana por la deformidad física.
Es cierto que, en contrapartida, la recreación de Robert Graves en su novela histórica Yo, Claudio, llevada magistralmente a la pequeña pantalla por la BBC, ha divulgado la imagen, igualmente falseada, de un benévolo intelectual, de sentimientos republicanos, que, para sobrevivir en un entorno hostil y peligroso, se vio obligado, con astucia, a exagerar sus defectos físicos. El reinado del tercer sucesor de Augusto es así un campo controvertido y rico en precisiones, que obliga al historiador a un cuidadoso análisis para lograr las claves de una interpretación objetiva, que devuelva su figura al lugar que le corresponde en la Historia.
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