Tras terminar su jornada laboral, el 1 de diciembre de 1955, Rosa Parks, una costurera negra de 42 años, subió a un autobús en Montgomery, Alabama, para regresar a su casa. Pagó 10 centavos y se sentó en la quinta fila, la primera de la sección de color, detrás de la zona de los blancos. Junto a un hombre y a la altura de otras dos mujeres, al otro lado del pasillo. Cuando el autobús ya estaba lleno, entró un pasajero blanco. Entonces, el conductor ordenó que las cuatro personas negras de la quinta fila se levantaran para que el nuevo pasajero se pudiera sentar. Las dos mujeres y el hombre, obedecieron. Rosa Parks, no. Decidió luchar contra la discriminación. “Voy a llamar para que la arresten”, dijo el conductor.
“Puede hacerlo”, respondió ella.
Este contenido no está disponible para ti. Puedes registrarte o ampliar tu suscripción para verlo. Si ya eres usuario puedes acceder introduciendo tu usuario y contraseña a continuación: