Son escasos los datos sobre las diversiones públicas medievales, por lo que la anónima y detallada crónica que el condestable Miguel Lucas de Iranzo mandó redactar sobre su gobierno en la frontera castellana, destaca por su valor documental. Este contradictorio y virtuoso personaje aunaba exaltada religiosidad y ansia militar; capacidad organizativa y afición a los festejos, en los que invertía los botines obtenidos en sus incursiones por la Granada nazarí, convirtiendo su plaza-fuerte de Jaén en emporio festivo a semejanza de las cortes renacentistas italianas.
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