Stalin había muerto en 1953 y el nuevo secretario del PCUS, Nikita Kruschev, tras el XX congreso del partido celebrado en febrero de 1956, se había lanzado a limpiar su huella en todos los partidos comunistas. Como resultado, miles de presos políticos salieron a la calle y ciertos aires de tolerancia corrieron por los países del bloque del Este, lo que fue aprovechado para exigir mejoras. La primera concreción se dio ese verano en Polonia, donde tras violentos disturbios subió al poder Wladyslaw Gomulka, quien, aunque siguió sometido a Moscú, logró cierta autonomía interior.
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